lunes, 11 de marzo de 2024

Las jóvenes (y muy populares) estrellas actuales de la música clásica

Yuja Wang actuando con la Joven Orquesta Nacional de China en el Carnegie Hall neoyorquino el 22 de julio de 2017. Ottoklemperer1885/Wikimedia Commons, CC BY-SA
Paloma Alvar Nuño, IE University

Un detalle que suele llamar la atención de cualquier persona cuando asiste por primera vez a un concierto de lo que tradicionalmente se ha denominado música clásica es la edad media del resto de asistentes, habitualmente más alta que la de otro tipo de eventos musicales.

Por ello, las nuevas generaciones de profesionales especializados en música clásica son conscientes de que la manera de llegar al público, especialmente al más joven, no es únicamente a través de sus conciertos en directo.

Las redes sociales les han otorgado una nueva herramienta de comunicación que les permite acercarse a un número mayor de personas que disfrutan viendo su día a día y conocen de primera mano los proyectos en los que se embarcan. Pero no sólo eso: también han descubierto que pueden combinar la música clásica con otros géneros más afines a la gente joven, lo que les permite ampliar su abanico de influencia.

Precedentes

Esta tendencia de romper con las tradiciones más arraigadas de la música clásica no es algo nuevo: Lang Lang, el pianista chino, es mundialmente conocido desde hace más de veinte años y su rostro resulta familiar para todo tipo de públicos, incluso para los no entendidos.

Ha prestado su imagen a marcas tan conocidas como Adidas, Volkswagen o Hublot. Además de ser un reconocido virtuoso y de haber actuado como solista con las mejores orquestas y directores, ha intentado acercarse al gran público de otras formas, como muestra su reciente gira con Disney.

Lang Lang interpretando una pieza de La Bella y la Bestia de Disney.

También desde China encontramos a otra gran referente en el mundo del piano, cuyo nombre va asociado a las mejores orquestas y directores desde hace ya quince años: Yuja Wang.

Wang no sólo destaca por sus espectaculares interpretaciones del repertorio más complejo, sino que además llama la atención por haber roto con el código de vestimenta más clásico y su indumentaria se asemeja más a la de una artista pop que a la de una pianista clásica.

Las nuevas generaciones

En el caso del joven inglés Jacob Collier (que cuenta con millones de seguidores en Instagram), la música corre por sus venas. Su madre, Suzie Collier, es violinista y profesora en la Royal Academy of Music y su abuelo, Derek Collier, fue también un reconocido violinista británico.

Jacob recibió una educación musical clásica, aunque su estilo actual es difícil de definir, puesto que bebe de géneros muy diversos. Es capaz de tocar con gran facilidad un número ingente de instrumentos: parece que todo lo que llega a sus manos sucumbe a su habilidad.

La mayor parte de la música que compone no se considera clásica. Comenzó a darse a conocer gracias a los vídeos que se grababa a sí mismo armonizando canciones famosas y en sus conciertos consigue que el público se convierta en un gran coro. Asigna una nota a cada sector del público y con sus brazos va indicando si el sonido debe subir o bajar, aumentar de volumen o disminuir. Los efectos armónicos que consigue crear y la energía que transmite son realmente prodigiosos.

Jacob Collier pone a Lisboa a armonizar el ‘Somebody to love’ de Queen.

La británica Anna Lapwood, en cambio, ha logrado algo verdaderamente llamativo: que un instrumento aparentemente tan poco atractivo para las grandes masas como el órgano esté viviendo un momento álgido. Lapwood es directora de música en Pembroke, un college de la Universidad de Cambridge, y dirige los coros de esta institución. Además, es Artista Asociada del Royal Albert Hall.

Su gran destreza a la hora de comunicarse con todos los públicos ha hecho que sus seguidores en redes sociales no dejen de aumentar. Además de relatar su día a día, suele publicar vídeos en los que explica el funcionamiento de los órganos en los que toca (no solo en Reino Unido, sino por todo el mundo) y muestra su gran capacidad para adaptarse a cualquier tipo de género.

En una de estas grabaciones explica las experiencias que ha llegado a vivir al ser organista residente del Royal Albert Hall, donde incluso ha participado en conciertos de música electrónica, haciendo vibrar al público a través del órgano.

En España cabría mencionar a Mario Marzo. Aunque trabaja principalmente como actor, la mayor parte de sus seguidores lo han conocido gracias a su faceta musical. Sigue desarrollando su carrera como pianista y hace colaboraciones como divulgador con diferentes instituciones. De hecho, cada vez que publica un vídeo en el que aparece tocando el piano (incluso cuando simplemente graba un fragmento de alguna obra mientras está estudiando), sus seguidores muestran su entusiasmo.

Sin duda, resulta admirable que estos músicos que destacan por su talento dentro de la clásica hayan conseguido romper barreras y acercarse, a través de sus interpretaciones y capacidad de comunicación, a otro tipo de géneros y público.

Y, tal vez, el futuro de la música clásica resida ahí: en encontrar el equilibrio entre el pasado y el presente, no cerrándose a nada y demostrando que todos los géneros musicales provienen del mismo y se pueden encontrar puntos comunes.The Conversation

Paloma Alvar Nuño, Profesora asociada - Musicología, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 7 de enero de 2024

‘Renaissance: A Film By Beyoncé’: la nueva era de Queen B

Imagen de ‘Renaissance: A Film by Beyoncé’. FilmAffinity
Greta Navarro Magaña, Universidad San Jorge

El pasado 1 de octubre de 2023 finalizó la gira Renaissance World Tour (RWT) de la artista multidisciplinar Beyoncé Knowles, recaudando más de 580 millones de dólares. Han sido un total de 56 conciertos con entradas agotadas, hasta 40 canciones por espectáculo y una media de duración de casi tres horas.

Es la gira más exitosa de la artista, alcanzando una demanda en Ticketmaster que excedía el 800 % de la capacidad de entradas disponibles. Sin embargo, Knowles ha pensado en todo. Y en caso de que no haber podido asistir al espectáculo en directo, ofrece una extensión de la misma en el documental Renaissance: A Film By Beyoncé. Es el momento de renacer y volvernos crazy in love!

Algo más que una voz

El pasado 4 de septiembre, Beyoncé Knowles (también apodada Queen B o Bey) sumó 42 vueltas al sol. Fue felicitada en el escenario por la mismísima Diana Ross.

Knowles lleva más de 27 años de carrera en la industria musical. También ha desarrollado su faceta como actriz, diseñadora, directora y productora de diversos proyectos. Es la artista femenina con más premios Grammy de la historia y la primera mujer afroamericana en encabezar el festival Coachella (en 2018), evento que retrató en el documental Homecoming: A Film By Beyoncé.

Tráiler de Homecoming: A Film By Beyoncé.

Sobre el álbum Renaissance (2022)

Es posible que parte del secreto que se esconde tras su éxito radique en su ética del trabajo y su constante mejora de lo ya creado por ella misma, de modo que sus canciones en directo llegan a superar las versiones de estudio.

Ejemplo de ello es la interpretación ofrecida durante la canción Drunk In Love dentro de su última gira. En ella, Beyoncé agrega unos potentes coros al final de la misma, así como una puesta en escena en la que se eleva a través de una columna retráctil y culmina la canción rodeada de fuegos artificiales. Es decir, más allá de la armonía vocal, existe en Knowles una constante necesidad de superarse en cada proyecto.

Sin embargo, con Renaissance la artista no apostó por un lanzamiento musical acompañado de su correspondiente álbum visual, como había hecho con los discos Beyoncé (de 2013) y Lemonade (de 2016).

En este caso, en cambio, se centró en la figura del teaser, un vídeo corto, normalmente anticipatorio de algo más, que, en este caso, era lo único que acompañaba al álbum. Esto pareció molestar a sus fans, quienes se comunicaban con ella a través de pancartas y comentarios en redes sociales exigiéndole que lanzase los videoclips de Renaissance.

Knowles reaccionó en directo. Bajo la frase “You are the visuals, baby!” (“¡Vosotros sois el álbum visual!”) se generaron miles de respuestas en redes hasta que, finalmente, en su último concierto dentro de la gira, anunció el estreno del documental para el día 1 de diciembre (Día Mundial del Sida). Conociendo a la artista, la fecha del estreno escondía un mensaje con una lectura profunda. ¿Por qué ese día y de qué trata esta pieza audiovisual?

Tráiler del documental ‘Renaissance: A Film By Beyoncé’ (2023)

El tío Johnny

Una de las canciones más aclamadas de la gira RWT es, sin duda alguna, “Heated”. Durante la interpretación de dicho tema, Knowles pide a sus seguidores que saquen un abanico y comiencen a agitarlo. Al final de la canción, la letra dice “Uncle Johnny made my dress, that cheap Spandex she looks a mess”, en referencia al tío de Knowles (“uncle Johnny”), diseñador de moda que vistió a la artista para su graduación y fallecido por sida. Además de agradecer su influencia en la creación de Renaissance (fue quien la introdujo en la música house), Knowles le dedicó un discurso durante los GLAAD Vanguard Awards en 2019.

En el documental, esta parte toma especial relevancia. Knowles dedica unos minutos a explicar quién fue Uncle Johnny en su vida y por qué ha sido tan importante estrenar el 1 de diciembre en la mayoría de países.

Renaissance: A Film By Beyoncé

Con una duración de 2 horas y 40 minutos, la película navega por la vida de la gira Renaissance World Tour, explicando el proceso creativo y dando voz al Black Pride y al colectivo LGTBQ+, con especial espacio a las culturas ball y queer.

El film comienza como si de uno de los conciertos de la gira se tratase, de modo que el espectador puede experimentar el movimiento Renaissance desde su butaca. En él se intercalan piezas musicales naturales del show con momentos documentales de la vida tanto pública como privada de la artista y de su entorno.

Se hace hincapié en la idea de que la cantante ya no necesita ser perfecta ni demostrar nada a nadie, así como en su deseo de crear un espacio seguro para todos sus fans, donde se sientan libres y creativos.

El efecto Beyhive

Los seguidores de Beyoncé son conocidos como Beyhive, en un juego de palabras entre “bee” (abeja en inglés, que se pronuncia como “Bey” de Beyoncé) y “hive” (colmena). Se organizan a través de las redes sociales y se unen para dar sorpresas a Queen B. En el documental, Beyoncé dedica unas palabras a su colmena en forma de canción, interpretando “Pure/Honey”.

Otro momento clave del documental sucede durante la canción “Energy”, en la que reta al público a permanecer en silencio durante 15 segundos. Durante la proyección del film en París, cientos de personas le hicieron caso. El momento se viralizó en redes sociales y la artista lo compartió en sus stories de Instagram.

Recopilación de los y las Beyhive durante las proyecciones del documental.

Renaissance: A Film By Beyoncé se focaliza en la carrera de la artista afroamericana más potente del momento, ahondando en aspectos del baile y la creatividad bajo su mirada particular y haciendo del documental una pieza cultural necesaria.

El final del film se centra en una reflexión de Knowles donde refleja su intención de continuar siendo una mujer libre y empática con el mundo. ¿Cuál será su siguiente sorpresa?The Conversation

Greta Navarro Magaña, Profesora de Publicidad y RR.PP., Universidad San Jorge

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

miércoles, 3 de enero de 2024

Historia del eterno romance entre la música y el cine

Proyección de la película ‘Las aventuras del príncipe Achmed’ con música en vivo de la Camerata Arko´s. Universidad Técnica Particular de Loja/Flickr, CC BY-NC-SA
Ignacio Lasierra Pinto, Universidad San Jorge

La relación entre el cine y la música es tan antigua como la propia historia del séptimo arte. El idilio entre ambos se remonta a 1894, cuando el británico William K.L. Dickson, quien trabajaba para Thomas Edison, rodó la primera película sonora experimental de la historia.

Se trata de un cortometraje de apenas 20 segundos en el que el propio Dickson aparece tocando el violín delante de un fonógrafo. Esta primera película musical, de carácter no narrativo, se realizó para el kinetófono, en un intento por demostrar sincronía entre imagen y sonido.

Ahora que estamos a punto de dejar atrás 2023, es preciso recordar que este año la primera película sonora en español ha celebrado su centenario. Se trata de From far Seville, dirigida por Lee De Forest en 1923.

En este cortometraje documental, la joven actriz y cantante Concha Piquer, con solo 17 años, actúa, canta y baila diferentes piezas musicales. La película se rodó con el phonofilm creado por De Forest y, de nuevo, para mostrar la sincronía sonora, se eligieron varios momentos musicales. Es claro, por tanto, que el noviazgo entre cine y música estaba predestinado desde los albores del propio cine.

La música elegida con una intención

Las reflexiones existentes sobre la música y sus funciones en el cine son numerosas. De hecho, se pueden mencionar hasta una treintena. La música sirve para generar tono, atmósfera, construir personajes, trasladar mensajes, definir tramas, y, sobre todo, para conectar emocionalmente con el espectador.

Ya en la etapa del cine silente se acompañaban las proyecciones con música seleccionada. Lo que empezó como una cuestión pragmática (ocultar el ruido que hacían los proyectores), acabó siendo algo habitual para enriquecer el espectáculo.

Wagner, Chopin, Mozart y Beethoven no solo se usaron como música ornamental. El catálogo del italiano Giuseppe Becce se convirtió en el primer gran documento que recogía la intencionalidad musical de diferentes composiciones clásicas y detallaba las sensaciones concretas que expresaban. Después llegarían las primeras partituras pensadas y destinadas para una película, a cargo de Camille Saint-Saëns y Mihail Ippolitov-Ivanov en 1908.

Desde entonces hasta hoy, la lista de compositores que han contribuido a la evolución del cine resulta inabarcable. Entre los más recordados suelen aparecer nombres como Max Steiner, E. W. Korngold, Miklós Rózsa, Franz Waxman, Maurice Jarre, Bernard Hermann, Henry Mancini, Jerry Goldsmith, John Barry, Nino Rota, Ennio Morricone, James Horner, Vangelis, Ryuichi Sakamoto y los aún en activo John Williams, Howard Shore, Hans Zimmer, Alexander Desplat y Phillip Glass. Una lista interminable de autores sin los cuales no se entiende el medio cinematográfico.

¿Para qué se suele usar la música en el cine?

Por resumir algunas de las funciones que cumple la música en una película, podemos destacar cuatro.

En primer lugar, la más habitual es que cumpla una función dramática. Es decir, que intervenga con la finalidad de proporcionar al espectador un elemento que le permita identificar una emoción. Aquí interviene la asociación del espectador entre música e imágenes, que permite desde crear un leitmotiv hasta remarcar la evolución de los personajes o la trama. A este respecto, merece la pena ver cualquiera de los análisis musicales de Jaime Altozano analizando diferentes partituras de películas.

En segundo lugar, la música puede cumplir una función lírica, contribuyendo a reforzar la imagen y la densidad dramática. Ciertas secuencias se convierten en memorables no tanto por sus imágenes sino por su acompañamiento musical. Poco o nada tiene que ver, por ejemplo, el final de La guerra de las galaxias sin la famosa partitura de John Williams.

Además, la música suele cumplir una función rítmica, que tiene como objetivo establecer una cadencia, una atmósfera, un tono que condiciona la recepción del mensaje del espectador. A día de hoy, ciertos géneros, como el cine de terror, apenas se pueden entender sin un uso musical que vaya en esta dirección.

Por último, la música suele cumplir una función de enlace, sirviendo como elemento homogeneizador. Así, puede unir dos o más acciones, integrar nudos de acción o dar continuidad a diferentes imágenes de espacios y tiempos distintos.

En este aspecto, hay casi un subgénero dentro del propio cine, el de las famosas “secuencias de montaje”: momentos que sirven para condensar largos periodos de tiempo en apenas unos minutos, aderezados con música de fondo. Algunas de estas secuencias, como las de los entrenamientos de Rocky, son tan reconocibles que hasta han trascendido sus propias películas.

Cuando lo revolucionario es la ausencia musical

Una de las críticas que suelen recibir la música de buena parte de las películas actuales es la saturación y la falta de rumbo, ya que muchas contienen más minutos con banda sonora que sin ella. Ante espectadores cada vez más acostumbrados a un fondo musical constante, algunos cineastas han optado por prescindir de la música en sus películas. Esto se manifiesta casi como un acto revolucionario frente a la corriente dominante.

El manifiesto Dogma 95 firmado por varios cineastas daneses ya reparaba en esta cuestión. Siguiendo su segunda máxima, cineastas europeos como Michael Haneke, Thomas Vinterberg, los hermanos Dardenne y Nuri Bilge Ceylan, entre otros, han hecho películas sin banda sonora o canciones.

Esto contrasta con el otro extremo de la balanza, el cine musical. Por tanto, más allá de ser una cuestión estética o narrativa, podríamos decir, referenciando a la famosa frase de Jean Luc Godard, que el uso de la música en una película se trata, casi, de una cuestión moral.The Conversation

Ignacio Lasierra Pinto, Profesor de Comunicación Audiovisual, Universidad San Jorge

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

domingo, 17 de diciembre de 2023

La generación yeyé revolucionó la industria musical francesa de los 60

Llegada de la cantante francesa France Gall al aeropuerto de Ámsterdam, en mayo de 1965. Joop van Bilsen / Anefo
Ana María Iglesias Botrán, Universidad de Valladolid

La chica yeyé española por excelencia se ha ido para siempre. La actriz Concha Velasco ha fallecido y nos deja, con su imagen y su canción, la huella del “estilo yeyé”.

Este movimiento alegre, despreocupado y juvenil debe gran parte de su influencia a la música francesa de principios de la década de los sesenta (1960-1966), protagonizada por la generación que más llora hoy a nuestra querida Concha.

Salut les copains y la nueva adolescencia

Irreverentes, ingenuos, rompedores y creadores de una nueva juventud, los artistas yeyés reinaron en la cultura de los adolescentes franceses gracias sobre todo a la difusión del programa de radio Salut les copains en el que sonaban solo canciones para jóvenes.

Emitido por la cadena Europa 1 y presentado por Daniel Filipacchi, dio a conocer y lanzó al estrellato a artistas emblemáticos como Sylvie Vartan, Françoise Hardy, Serge Gainsbourg, Sheila, Johnny Hallyday, Mireille Mathieu y Salvatore Adamo (autor de la versión original de “Mi gran noche” de Raphael), entre otros.

Los adolescentes escuchaban todos los días este programa, creado específicamente para ellos. Descubrían en las canciones una nueva forma de representarse y contarse a sí mismos. Aburridos y hartos de las historias de la guerra de sus padres, estas letras hablaban de lo que les interesaba: el primer amor, los límites de la sexualidad, los guateques, los amigos y el colegio.

Una nueva conciencia de este periodo de la vida veía la luz. La adolescencia se configuraba como una etapa con identidad propia, con intereses que los adultos parecían desconocer y que sólo los artistas de casi su misma edad eran capaces de entender.

Según el sociólogo Edgar Morin, los yeyés contribuyeron a la creación del concepto de adolescencia. Hasta entonces, se pasaba de la niñez a la edad adulta prácticamente de un día para otro. Pero ellos abrieron un espacio en el mundo, con una identidad declarada que veían representada en sus ídolos, portavoces de sus realidades. Cada uno encarnaba una personalidad: Hardy era la intelectual; Vartan, la coqueta; Sheila, la amiga divertida y Hallyday, el rebelde.

Generación de transistor y tocadiscos

Siguiendo la estela de los Beatles y de Elvis Presley, iniciadores del fenómeno fan masivo, los yeyés lo potenciaron en Francia con artistas cantando en su mismo idioma. De hecho, era habitual que se versionaran en francés éxitos estadounidenses, e incluso que se conocieran antes que los originales. Es el caso de “Biche oh ma biche” de Frank Alamo, que versiona la original “Sweets for my sweet” de The Drifters, y el “Viens danser le twist” de Johnny Hallyday, que casi traduce el “Let’s twist again” de Chubby Checker.

La llegada del transistor ayudó a este éxito porque cambió los hábitos de consumo musicales. Hasta entonces, antes también de la llegada del televisor, en las casas había una radio en el salón. La familia se veía obligada a escucharla junta y no siempre se tenían en cuenta todos los gustos. Por el contrario, el transistor facilitaba la privacidad. Ofrecía a los jóvenes la posibilidad de llevarlo a cualquier sitio y disfrutar de sus programas y artistas favoritos.

Francia vivió en esta década un periodo de desarrollo económico que permitía a los padres dar propina o paga semanal a sus hijos. Los adolescentes disponían así de dinero para comprar sus discos de vinilo 45 tours (de 45 revoluciones por minuto), más baratos que los LP (long play). Incluían sólo una o dos canciones por cada cara, eran más pequeños y ligeros, y, por lo tanto, más fáciles de manipular y transportar. Además, servían para promocionar nuevos posibles ídolos con poca inversión.

Para escucharlos estaba por supuesto el tocadiscos. Los yeyés elegían la marca Teppaz (en España compraban el Philips all transistor, conocido como pick up o picú) por ser de precio asequible, tamaño mediano, transportables, con asa y tapa. Este formato también facilitaba la escucha privada y la introspección.

Creadores del guateque

Quien disponía de un tocadiscos, tenía su invitación garantizada en las nuevas reuniones sociales adolescentes: los guateques. Entre bailoteo y cigarrillo se hacían nuevos amigos, nacía el primer amor y se compartían las inquietudes de la edad. Todo ello contribuía a construir una identidad de pertenencia a una generación.

En Francia, los guateques recibían el nombre de surprise-parties (“fiestas sorpresa”) o boom, denominados así por la improvisación, rapidez y facilidad con la que se convocaban y organizaban. Se celebraban en las casas, con o sin la presencia de los adultos. En su canción “Première Surprise Partie”, Sheila describía la dificultad inicial de convencer a sus padres de que la dejasen hacer un guateque y cómo al final lo había conseguido.

Motor de una nueva industrial musical

El enorme éxito de los cantantes yeyés incrementó considerablemente la demanda y la industria musical amplió su producción y sus ventas. Sólo la cantante Sheila vendió 12 millones de discos en cinco años. Su canción “L'école est finie” llegó a vender 25 000 ejemplares al día. Los conciertos se multiplicaron, las giras y las grabaciones fueron continuas. El trabajo era incansable para los artistas.

Los fans estaban deseosos de recibir imágenes y noticias de sus ídolos y esto también influyó en la prensa. Nacieron las revistas Mademoiselle âge tendre y Salut les copains, que se lanzó con una tirada de cien mil ejemplares y, en sólo seis meses, llegó al millón.

Juke box Scopitone. En ellos se reproducían películas musicales de 16 mm, precursoras del vídeo musical.
Juke box Scopitone, fotografiada en Joe Mabel/Wikimedia Commons, CC BY-SA

También se editaron videos musicales. Estos podían verse en la Scopitone, una gramola con una pantalla en la que, tras elegir la canción e introducir una moneda de un franco, aparecían los artistas cantando en movimiento.

Las imágenes de los yeyés irrumpieron también en la moda, imponiendo su estilo. Triunfaron la melena corta, con volumen y flequillo, la minifalda y los pantalones (prohibidos por ley) para las chicas. En los chicos se empezó a llevar el peinado beatle o el tupé, el traje sastre y la camisa blanca con corbata o jersey de cuello alto. André Courrèges y Paco Rabanne vistieron a Françoise Hardy. Yves Saint-Laurent, a Silvie Vartan. Tanto ella como Sheila, abrieron incluso su propia tienda de ropa.

Un ejemplo del impacto de esta industria fue el concierto gratuito en Place de la Nation de París del 22 de junio de 1963 que la revista Salut les copains organizó. Desbordó todas las expectativas: asistieron más de ciento cincuenta mil personas. Edgar Morin publicó en el diario Le Monde el 6 de julio de ese mismo año un artículo en el que nombraba por primera vez a este movimiento “yeyé” y reconocía el nacimiento de una nueva generación, un microcosmos dentro de la sociedad que aportaba a la cultura su valor propio: la juventud.

Eurovisión yeyé

Algunos de estos artistas triunfaron en todo el mundo y hoy aún son recordados y admirados. Como ejemplos, “Tous les garçons et les filles” de Françoise Hardy alcanzó el éxito global, así como “Capri c'est fini” de Hervé Vilard y “La plus belle pour aller danser” de Sylvie Vartan.

El momento culminante de este movimiento yeyé tuvo lugar en el festival de Eurovisión de 1965. La cantante francesa France Gall, representando a Luxemburgo, se erigió como ganadora con una canción esencialmente yeyé, “Poupée de cire, poupée de son”. Escrita y compuesta por Serge Gainsbourg, resume lo que significó la música para esta juventud de los sesenta: un espejo en el que por fin los adolescentes podían verse reflejados.The Conversation

Ana María Iglesias Botrán, Profesora del Departamento de Filología Francesa en la Facultad de Filosofía y Letras. Doctora especialista en estudios culturales franceses y Análisis del Discurso, Universidad de Valladolid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

sábado, 2 de diciembre de 2023

Amazon da el primer paso para la Televisión en Streaming en directo con Operación Triunfo 2023

Luisondome


El reciente estreno de Operación Triunfo en directo es un paso nuevo que va a incidir no solo en el devenir de las compañías de Streaming, sino en las televisiones generalistas y en el modo en que el público busca su entretenimiento mediante el uso de medio audiovisuales. 


Operación Triunfo 2023 (OT 2023) se enfrenta en estos primeros programas a un triple reto: recuperar a los fans del programa decepcionados con OT 2020, atrapar a todos aquellos espectadores de la televisión lineal que no se sienten en sintonía con el formato en streaming, y mas desde que aplica publicidad, y atraer a los seguidores de los programas musicales competidores emitidos por las cadenas generalistas en directo, como Duetos, La Voz, e incluso Got Talent, siendo que OT 2023 se emite a través de Amazon Prime Video, también en directo, pero utilizando otra vía distinta de la que usa televisión clásica.


A pesar de que Amazon no da datos de la audiencia de su programa, podemos hacernos una idea con los números disponibles, que lo dicen todo. A las 00.30 horas de la madrugada, más de 200.000 posts relacionados con OT 2023 se habían escrito bajo los hastag #OTGala0 y #OT2023 en la red social conocida ahora como X (Twitter). Una cifra que tan solo se alcanza en eventos como Eurovision, Benidorm Fest o en el primer programa de Grand Prix 2023. A primera hora de la mañana, aún ambos hastag ocupaban los puestos 1 y 2 en el ranking de tendencias en España. Estas cifras avalan el éxito del programa.


Cuando finalizó la Gala 0 de OT 2023, dio comienzo la señal del Canal 24 Horas, la cual se prolongó durante escasos 60 minutos. Antes de que iniciara la emisión, miles de personas esperaban impacientemente a ver las primeras imágenes de los 16 concursantes oficiales de OT 2023 en la Academia de Operación Triunfo, alcanzando un pico de más de 60.000 personas en torno a las 01.00  de la madrugada. Los españoles seremos trasnochadores, pero que un directo de un programa como OT alcance esta cifra es síntoma del triunfo que ha protagonizado el formato en su primera gala en Amazon Prime Video.


La presencia de Amazon Prime en las Smart TV le permite sustraer a los espectadores de las cadenas generalistas solo pulsando un botón del mando a distancia. Eso le iguala  a TVE, MediaPro y A3 Medium.


OT 2023 ha comenzado por todo lo alto. Es una pena que Amazon Prime Video no de datos oficiales de audiencia, pero tampoco lo descarto si el triunfo es real. Al menos las cifras que manejamos de la repercusión social en redes sociales y YouTube son más que positivas y auguran una larga vida al formato.


Por una cuota de 50 €/año, Amazon da mucho mas que cualquiera de sus competidores, y extrae mucho mas beneficio que cualquiera de ellos de su oferta. 

En España, hasta la llegada del programa de Amazon Prime Operación Triunfo 20223, tres programas musicales en directo  estaban en antena: la Voz, de Antena 3, y Duetos de TVE, y uno de variedades que incluye actuaciones musicales: Got Talent España, que emite Tele 5. Ahora se les añade uno que ya tiene una historia de éxito detrás y que se suma a la oferta de programas musicales en directo, pero este no nos llega por la antena, sino que nos lo pone en las pantallas una plataforma de streaming, Amazon Prime, a través de un dispositivo que cuesta entre 35 y 70 euros, según la calidad del mismo. A ello hay que sumarle la cuota de Amazon Prime que es de 5 €/mes o 50 €/año, pero que además nos ofrece mucho mas, como el servicio de envíos gratis de las compras que hagamos en la tienda. El programa se emite de una tacada, sin anuncios en el medio, solo están al principio y el final los de los patrocinadores del programa.


El negocio es redondo para Amazon. No solo es el añadido de un nuevo servicio de TV en directo a la cuota que se suma a los de Amazon Music, Amazon Video y Amazon Prime  con envíos gratuitos de las compras, sino que pone en marcha un merchandising a través de su tienda, que le ha de generar un buen montón de ingresos, ademas de incorporar como seguidores a los que mas adelante se convertirán en clientes con capacidad de compra, a la gente mas joven que es fans de este programa.


Entre los patrocinadores,  ING está asociándose con el concurso para ampliar el alcance de su plataforma “Nómadas”, a través de la cuál promociona la ‘Cuenta No Cuenta’, orientada a las nuevas generaciones. Así, entre otras cosas, el banco se ha apropiado de las nominaciones de forma que, cada semana, el público podrá votar a su favorito para que tenga impunidad ante el jurado. Es una dinámica que ya existía en el concurso anteriormente, pero ahora cambia de nombre al estar patrocinada por ING: en esta edición los seguidores tendrán que seleccionar a su “nómada” favorito. 


Google por su parte ha dotado la academia de recursos tecnológicos, tanto para asistir a los profesores como para ayudar a los concursantes a dar rienda suelta a su creatividad. Asimismo, como ya sucedía en ediciones anteriores, los aspirantes tienen a su disposición los móviles de la compañía para subir contenido de su día a día en la academia a redes sociales. Además el programa tiene disponible un canal en You Tube que sigue las actividades de la Academia en directo.


Amazon, la propietaria del servicio de streaming, también ha entrado en el contexto de la nueva “Operación Triunfo” patrocinando el momento del “reparto de temas”, dotando a los profesores de la academia con los uniformes propios de los repartidores y las características cajas de envío. 

Además, la firma está patrocinando un espacio de contenido adicional. Se trata de “OT: el expulsado de la semana Q&A”, un programa de entrevistas conducido por Xuso Jones y emitido a través del canal de Prime Video en Twitch, y mediante el cual los espectadores podrán conocer un poco más a los concursantes que abandonan el concurso. Contará con 12 episodios en el que los concursantes harán frente al “reto Mapfre”, es decir, una serie de preguntas y desafíos con lo que se brindará una experiencia única a los seguidores del programa. 


La aseguradora Mapfre ha sido la última en sumarse al programa. Y lo ha hecho de dos maneras diferentes. Por un lado, regalará un seguro de salud integral a cada uno de los concursantes tras su salida de la academia, iniciativa con la que la compañía busca reflejar “su compromiso con el cuidado de la salud y el bienestar de las personas” y “su apoyo al talento emergente español”.


Además, la firma está patrocinando un espacio de contenido adicional. Se trata de “OT: el expulsado de la semana Q&A”, un programa de entrevistas conducido por Xuso Jones y emitido a través del canal de Prime Video en Twitch, y mediante el cual los espectadores podrán conocer un poco más a los concursantes que abandonan el concurso. Contará con 12 episodios en el que los concursantes harán frente al “reto Mapfre”, es decir, una serie de preguntas y desafíos con lo que se brindará una experiencia única a los seguidores del programa. 


Amazon no ha escatimado medios para tener éxito con es ta nueva fórmula para generar música, que es uno de los mas grandes negocios del orbe, y que mas gente sigue. En Amazon Music, ya hay listas con las canciones de OT de la actual generación, pero están también las de ediciones anteriores, pues Amazon al hacerse con los derechos de emisión, entran los de todas las canciones de las ediciones anteriores. Al estar conectado el programa además con redes sociales como Twicht, la actividad de los concursantes está presente en múltiples vías.


De entrada, el público joven ya se ha movilizado con los casting celebrados por toda España, a los que se presentaron mas de 13.000 aspirantes, causando un auténtico revuelo, hasta dejarlo reducido a los 18 alumnos que serán los que accedan a la Academia de OT.

Veremos también la capacidad de Amazon de fijar en sus plataformas la atención de estos miles de jóvenes seguidores del programa a través de las actividades de la academia, con lo que supone de aumentar la capacidad de seguimiento de la actividad en redes de los usuarios, y la oportunidad que tendrá para la comercialización de los datos a través de Amazon Awersome. No lo tiene difícil, dado lo que ofrece a los usuarios la iniciativa, que tiene un alto potencial de enganche. o engagement que dicen los sajones.


Creo que Amazon ha dado con el amuleto de oro para colar la publicidad. A parte de los anuncios de los cuatro patrocinadores: Mapfre, ING, Google y Amazon, 

domingo, 29 de octubre de 2023

¿Qué hace exactamente un director de orquesta?

Gustavo Dudamel dirigiendo a la Orquesta Juvenil Simón Bolívar en Oslo, en 2010. Miguel O. Strauss/Flickr, CC BY-NC
Cristina Simón, IE University

En los últimos tiempos están proliferando las películas sobre la figura de los directores de orquesta. A principios de este año pudimos ver Tar, basada en la figura de Marin Alsop, y próximamente se estrenarán Divertimento –sobre la creación de la orquesta del mismo nombre por su directora, Zahia Ziouani– y Maestro, biopic del carismático Leonard Bernstein.

Un hombre delante de un atril con batuta salta enérgicamente.
Retrato de Leonard Bernstein, Carnegie Hall, Nueva York, entre 1946 y 1948. Library of Congress/Wikimedia Commons

En ellas se advierte el halo de misterio que acompaña a esta figura, que ya en 1836 Schumann denominó “un mal necesario”. Porque ¿qué hace realmente un director de orquesta?

A simple vista, el personaje sube a un podio y gesticula de forma más o menos histriónica ante un grupo de músicos que conocen a la perfección las partituras que deben interpretar. Paradójicamente, además, es el único miembro que carece de instrumento, y no emite sonido alguno por sí mismo en toda la ejecución. Sin embargo es quien recibe la mayor parte de la ovación del público. ¿Cuál es la aportación de un director a la calidad del resultado sonoro de una orquesta?

Nos centraremos en dos funciones básicas: el liderazgo técnico y el expresivo.

Marcar el ritmo

Si nos fijamos bien en la gestualidad del director durante un concierto notaremos ya una de estas funciones, que es marcar el ritmo de la obra.

Las referencias más tempranas de esta necesidad en la cultura occidental se encuentran en tratados de música del siglo XVI, donde se recomienda que cantantes e instrumentistas se guíen golpeando con la mano o el pie. Ahora bien, las primeras formaciones orquestales de carácter sinfónico durante el siglo XVIII –la época del denominado clasicismo musical representada por compositores como Haydn o Mozart– aún poseían tres características que hacían innecesaria la existencia de una figura de dirección.

En primer lugar, el número de músicos era pequeño, lo que facilitaba su coordinación. Además, el ritmo se mantenía muy estable a lo largo de las piezas, de manera que resultaba sencillo mantenerlo sin una guía externa. Por último, los músicos tocaban de manera prácticamente continua de principio a fin. Por ello, solía ser el propio compositor (a menudo tocando el clavecín o el violín) quien proporcionaba las indicaciones básicas de entrada y finalización a la orquesta.

Dibujo del interior de una iglesia en donde una orquesta toca a las órdenes de un director mientras el público atiende.
Misa en conmemoración de Santa Cecilia en la iglesia de Saint-Eustache de París dirigida por Charles Lamoureux (1834-1899). Bibliothèque nationale de France

El primer tercio del siglo XIX, marcado en la cultura occidental por la figura de Beethoven (1770-1827), puso de manifiesto la necesidad de una dirección orquestal. Su obra supuso un salto cualitativo en cuanto a la complejidad de las composiciones. El tamaño de las orquestas se incrementó notablemente, y los instrumentos comenzaron a alternarse en orquestaciones sofisticadas.

Todo esto generó la necesidad de organizar ensayos formales previos a las representaciones, liderados a menudo por el propio compositor. Si pensamos que una orquesta sinfónica cuenta con un mínimo de ochenta miembros es fácil comprender que se necesita una figura que imponga un criterio único en lo que respecta a sincronizar tanto las entradas de los músicos como el ritmo y el tempo general de las obras. Mientras que los músicos cuentan solamente con sus partes respectivas (partituras que incluyen solamente los compases que deben interpretar), el director es el único que dispone de la partitura completa, el único que tiene la visión de conjunto de la obra.

Voz única

La posibilidad de representar la obra de un compositor sin su presencia, que se materializó al consolidarse un mercado internacional de editores musicales, nos conduce a la segunda función básica de un director, la expresiva.

A pesar del desarrollo que fue experimentando paulatinamente la notación musical para que un autor pudiera transmitir instrucciones sobre el carácter que quería imprimir a los diferentes pasajes de sus piezas, lo cierto es que dicha notación no alcanza en absoluto a precisar la intención que se persigue con la obra. Y es en esta limitación donde reside la infinita gama de interpretaciones de una misma pieza, y donde la dirección de orquesta cobra toda su relevancia.

Algunos ejemplos ilustran este punto. Gustav Mahler, uno de los compositores más prolijos en anotaciones en las partituras por ser también director de orquesta, señala en un pasaje de su Segunda Sinfonía que “los trombones, violines y violas deben tocar sólo si es necesario para evitar que el coro se desinfle”, dejando así a criterio del director la decisión final. Otras indicaciones tales como “con máximo poder” o “imperceptible, un poco más agitado” dan una idea de las múltiples lecturas que pueden realizarse sobre el carácter de una obra.

Desde este margen de libertad interpretativa de la partitura, el director elabora su propio modelo mental de cómo debe ser ejecutada una determinada pieza, generándose así versiones personales que pueden llegar a ser muy distintas. Podemos comprobar fácilmente estas diferencias escuchando los primeros compases de la Obertura Coriolano de Beethoven en las versiones de Karajan, Fürtwangler o Savall.

La Obertura Coriolano dirigida por Karajan con la Berliner Philharmoniker en enero de 1975.

Líder de grupo

El siguiente paso para el director consiste en persuadir a un colectivo de decenas o cientos de músicos de que coordinen sus respectivas ejecuciones con esa misma intención expresiva.

Esta labor requiere de un notable liderazgo, entendido como la capacidad de motivar al colectivo a seguir sus indicaciones interpretativas, incluyendo no solo el tempo sino también la intensidad relativa de cada solista o grupo instrumental, los fraseos o los múltiples matices que terminan dotando de un determinado color a la música.

Dicho liderazgo se ha ejercido hasta hace poco tiempo, como en tantos otros campos de actividad, a través del poder jerárquico y las actitudes autoritarias. Así, son múltiples las anécdotas de directores como el irascible Toscanini que insultaba frecuentemente a la orquesta, el divo von Karajan que dirigía con los ojos cerrados y apenas hablaba con los músicos o el elegante Claudio Abbado, suave y educado en sus formas pero conocido por susurrar al director artístico al finalizar los ensayos los nombres de los músicos a los que quería fuera de sus conciertos.

Hoy día los músicos cuentan con más voz en las instituciones, existe una mayor diversidad de todo tipo en las orquestas y ello exige un liderazgo más cercano, abierto y persuasivo.

El venezolano Gustavo Dudamel, que dirigirá próximamente la Filarmónica de Nueva York, Kirill Petrenko, al frente de la Filarmónica de Berlín, o el jovencísimo Klaus Makkela, recientemente nombrado director titular de la Royal Concertgebouw holandesa, son magníficos ejemplos de directores de orquesta que aportan valor, dejan huella y son capaces de crear un entorno en el que los músicos de la orquesta se sienten estimulados, crecen artísticamente y están motivados para llevar las obras de música a sus estándares más altos.The Conversation

Cristina Simón, Master en Musicología por la Universidad de La Rioja y Profesora de Comportamiento Organizacional en IE University, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

miércoles, 4 de octubre de 2023

¿POR QUÉ NO TE CALLAS? “La actitud en los conciertos en España va a peor”: cómo los móviles y los fans irrespetuosos arruinan la música en directo

IÑIGO LÓPEZ PALACIOS

Cámaras, charletas, arrojar objetos al escenario... ¿Ha olvidado el público cómo comportarse en los conciertos? ICON

Un post en X y las quejas públicas de varios artistas han abierto la caja de Pandora: muchos músicos piensan que la actitud del público en directos y festivales se deteriora por momentos.


Hace unas semanas, Lucy Mae Walker, una desconocida cantante folk británica, escribió en X un post titulado Reglas de etiqueta para los conciertos. Eran cuatro normas básicas: “No hables durante el concierto”. “Vive el momento” (es decir, una foto o un vídeo, bien. Ver el concierto a través de la pantalla del móvil, mal). “El resto del público no ha pagado para verte a ti” (no tapes la visión del resto del público, no cantes más alto que el intérprete...) y “Pásalo genial”. Era su forma de protestar contra lo que ella, que reconoce que actúa para menos de 60 personas, consideraba malas prácticas habituales del público, que opina que van en aumento. El post lo vieron dos millones de personas, se volvió viral y empezó el debate sobre el comportamiento del público en los directos.


Se podría decir que la cuestión se internacionalizó, porque en España hace ya meses que los músicos habían empezado a quejarse de la conducta del público. En junio, Sandra Sabater, del grupo Ginebras, emitió un comunicado, también en X, sobre lo que les pasó en el Festival O son do Camiño. “En varios conciertos (incluido el nuestro), las primeras filas estaban copadas de grupos sentados en el suelo reservando hueco para ver a un artista que actuaba después. 


Algunos estaban de pie, con cara de culo, bostezando e incluso vacilando. Esas personas no dejaban disfrutar del concierto a los que sí estaban ahí para escucharnos. No necesariamente fans, también curiosos. Es molesto, es irrespetuoso y es de tener bastante mala educación. No pretendemos gustar a todo el mundo, pero es tan sencillo como dejar hueco a los que sí quieren escucharnos y echarse un poquito para atrás”, escribía. Poco después era Bad Gyal la que sufría algo parecido. “En los festivales a veces me siento un poco extraña porque hay gente aquí delante con cara de observar, de juzgar, de no estar disfrutando. Yo recomiendo, si estáis aquí, intentar pasarlo bien, intentar disfrutar, intentar dejar el juicio”, decía en mitad de un concierto.


El 'post' de Lucy Mae Walker que inició el debate internacional sobre el comportamiento del público en los directos.LUCY MAE WALKER / X

Al parecer, según Joseca, integrante de los muy jóvenes Morreo, este fenómeno es reciente, habitual y tiene una causa concreta: “Este año ha habido un cambio muy importante en los cabezas de cartel de los macrofestivales. Antes estaban más enfocados en el pop y ahora hay una apuesta por la música urbana. Eso hace que se conecte más con las generaciones más jóvenes. El problema que hemos observado son las primeras filas: gente que parece que no lo pasa bien. Es un público nuevo, que nunca ha ido a un festival y se pierde la esencia. Tú a un festival al final vas a escuchar y descubrir música más allá del cabeza de cartel al que vas a ver. 


Gente que se puede convertir en tu grupo favorito”, explica. Lorena Jiménez, de la agencia La Trinchera, coincide con él. “Este verano hemos empezado a asistir a un fenómeno que no conocíamos: el de los festivales en los que tenían cabida artistas más indies, si es que este término se puede seguir utilizando hoy en día, que llevan cabezas de cartel que vienen del mainstream o del reguetón. El público que va a ver a esos artistas, generalmente muy jóvenes, acampa en las primeras filas durante horas e impide acceder a los seguidores de las bandas que actúan previamente. Esto no sería ningún problema si disfrutasen de esos artistas que no conocen. Pero lo que se ha visto es la total falta de respeto. No solo no les hacen caso, si no que en momentos están directamente dados la vuelta y charlando entre ellos: Y eso sí que es una total falta de educación en cualquier circunstancia de la vida. Como la manera de programar no va a cambiar, porque se ha demostrado que es muy rentable, llevará a que los organizadores tengan que tomar la decisión de desalojar esos escenarios tras cada concierto y que nadie pueda acampar durante horas en una primera fila”.


Lo del mal comportamiento del público es algo que se dice desde que hay directos. En los ya lejanos años ochenta, tiempos del primer punk, Evaristo, de La Polla Records cansado de actuar bajo una lluvia de escupitajos, sacaba al escenario una sombrilla en la que se leía ¿Por qué no le escupes a tu puta madre? “Cuando la abría todo el mundo aplaudía, pero luego seguían escupiendo”, explicaba con un punto de añoranza. Ese comportamiento es parte del juego. Incluso hay artistas que aplauden que su público se olvide de que no está solo. Por ejemplo, Adele, que tiene una residencia en el Caesar’s palace de Las Vegas, en la que la audiencia paga una pasta por verla en un auditorio cómodamente sentado. En uno de sus shows un fan completamente emocionado insistía en ponerse en pie, cantando a voz en grito mientras se grababa con una cámara con un palo de selfies. Los intentos de seguridad de decirle amablemente que se sentara para que dejara ver a los que tenían su asiento detrás o que callara para se pudiera escuchar a Adele, tropezaban con su desbocada pasión. Él vivía el momento, a los demás, que les den. Hasta que la misma cantante intervino parando su concierto para ponerse de su lado y censurar la actitud de los acomodadores: “¿Por qué lo molestas? ¿Puedes dejarlo en paz, por favor? No volverán a molestarte, cariño... disfruta del espectáculo”, dijo.




Portarse mal por una pasión mal entendida por el interprete es algo que se sabe que ocurre por lo menos desde que en el siglo XIX se acuñó el término lisztomania para definir el enloquecido comportamiento de los fans del compositor y pianista Franz Liszt. Y posiblemente fue con Elvis Presley, o antes, con quien se popularizó arrojar cosas al escenario como signo de devoción e intento de captar la atención de la estrella. Una práctica peligrosa. En 2004 a Bowie le tiraron una piruleta que se le clavó en un ojo. Pero este verano la moda de lanzar objetos parece haberse generalizado y ha llevado a lesiones. La cantante Bebe Rexha sufrió una lesión ocular tras golpearla un teléfono móvil, y Harry Styles, Drake, Kelsea Ballerini, Pink, Taylor Swift y Lil Nas X también han sido blanco de objetos lanzados por los fans. “Lo más repugnante que he presenciado, varios años consecutivos en un festival, ha sido la práctica de lanzamiento de minis de cerveza (o de líquidos más desagradables) por el aire, mini que luego cae sobre otros asistentes y sobre el propio escenario”,afirma Charlie Bautista, músico con muchos años de experiencia, miembro de Egon Soda y que ha girado entre otros, con Xoel López, Russian Red, Coque Malla y, actualmente, Christina Rosenvinge.


Y además no todo el mundo está de acuerdo con las pautas de Lucy Mae Walker. De hecho, Rowetta, de The Happy Mondays, le replicó en un debate televisivo. “Canto en funerales, canto para personas con problemas de aprendizaje, personas con Tourette, niños... hablan, son molestos, no siempre escuchan... pero les encanta mi voz y les encanta la conexión que tenemos… ¿Cómo puedes cobrar a los fans y luego decirles que se callen? Cantas para ti, deberías cantar para el público. Estás en el juego equivocado si no te gusta que la gente hable y se divierta. Deberías ser maestra... o carcelera”.


El grupo Ginebras durante la gala de los premios Ídolo en el Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío de Madrid el pasado marzo.BEATRIZ VELASCO (GETTY IMAGES)

Rápidamente acudió en auxilio de Walker el veterano crítico Simon Price. “Soy periodista musical desde mediados de los años ochenta, y una cosa que puedo afirmar con seguridad es que el comportamiento de la gente en los conciertos ha empeorado de forma objetiva y observable con el paso del tiempo”, escribió enThe Guardian. Y no es el único: Fernando Neira, periodista y crítico de conciertos opina que en España pasa lo mismo. “La actitud del público español en cuanto a respeto nunca ha sido exquisita, pero va a peor. Sin ser sociólogo creo que puede influir que esta fiebre individualista que vivimos hace que parte del público piense que pagar una entrada le da derecho a hacer lo que quiera durante el tiempo que dura el espectáculo. Y también esta tendencia tan posmoderna de instagramizar el momento. Es mejor inmortalizar el momento que vivirlo”.


En realidad esa es la novedad: no se trata de un público tan fanático que no puede reprimir sus emociones, sino de todo lo contrario. Un público pasivo agresivo, cuando no agresivo a secas. Esos que van a los conciertos no porque les guste, sino porque es donde hay que estar. Al parecer, los que se pasaban el concierto charlando, cada vez son más. O al menos cada vez les da más igual lo que piense el resto. Cuenta Neira que él siempre ha señalado en sus textos cuando se ha encontrado en un concierto con público indiferente a lo que pasaba en el escenario y que molestaba al resto de la audiencia. “Y he recibido críticas por eso que decía de que hay gente que cree que si paga, eso incluye comportarse de forma impropia. Como ejemplo de que las cosas van a peor, te diré que esto, que era muy habitual que pasara en las salas de mediano aforo, hace una semana me ocurrió en un espacio tan angosto como el Café Central de Madrid, en el que apenas caben 80 personas. Estaba en un concierto de un trío de jazz y tres amigos que estaban en la mesa estuvieron charlando y riendo. Y cuando les miraba, lejos de intimidarse me devolvían la mirada de forma desafiante para que me intimidase yo”, concluye.


Bad Gyal en directo en MadridEUROPA PRESS NEWS (EUROPA PRESS VIA GETTY IMAGES)

En lo que casi todo el mundo está de acuerdo es en cuál fue el momento en el que, parafraseando a Vargas Llosa, “se jodió el Perú”: “La evolución del público en los conciertos ha cambiado desde que existen los móviles. Partiendo de la base de que en este país somos muy de hablar en los conciertos, y eso creo que es una cuestión más cultural que educacional, desde que existen las redes sociales, lo de ver millones de pantallas por encima de las cabezas se ha convertido en algo normal”, dice Lorena Jiménez. “Supongo que el comienzo de la era de pantallas y teléfonos inteligentes es un momento clave, pero en los últimos diez años lo noto especialmente”, asegura Charlie Bautista, que, como Fernando Neira, incide en un punto: los conciertos no son más que una prolongación de la sociedad. “Si la cantidad de irrespetuosos es en proporción mayor sería una afirmación poco responsable por mi parte, pero lo que sí puedo decirte es que aquellos que se comportan de forma cuestionable, lo hacen cada vez peor.

 

Conductas más o menos inapropiadas existen desde siempre en los conciertos. La diferencia ahora es que la incultura, la ignorancia, la mala educación… ya no se viven con vergüenza, sino más bien al contrario, algo que influye en la proliferación del no saber estar pero también del ‘no quiero ni me importa saber estar’. Diría que se han deteriorado los modales en general y el público no deja de ser un reflejo”, concluye el músico.



El artículo original está publicado en EL PAIS